viernes, septiembre 04, 2009

Barcoborracho: "La gracia"

Descubrir a un escritor no es cosa fácil, menos aún en la blogósfera. Yo descubrí a uno y me vanaglorio. Creo que se llama Ever Román (¿siempre lenguaje? ¿siempre novela?) y que es paraguayo, aunque habita en el gran Buenos Aires. Escogí este cuento suyo porque es corto y sobre todo porque es muy bueno, pero hay muchos otros (como el que le sigue en la lista “Medios de transporte”, cuento de terror minimalista, cuento de tensión, mejor, que nos hace pasar toda una noche, quizás muy peligrosa, en la calle), y también hay críticas, críticas irreverentes o simplemente sinceras, nunca bodrios ni panegíricos, comentarios de un agudo, a veces efusivo lector que sirven para enseñarnos a leer sin corbata como quería Cortázar que escribiéramos. No se pueden dejar de lado las fotos en las que suele asociarse el objeto libro con el contexto lavadero, hecho interesante cuyo secreto simbolismo, por supuesto, no develaré. No le he pedido permiso al autor del blog (el enigmatico e.r.) para publicar este cuento, sino que he recurrido a las cómodas comillas y a citar la fuente.

La gracia

“No hay nada más triste que la vulgaridad sin gracia”
Salvador Elizondo



"1
Mi historia comienza hace tiempo, yo no sé leer, no sé pensar con claridad, a mí me han dado una voluntad. Yo era diferente y ahora he cambiado y estoy pasando una vida mejor.
Esta idea no la concebí yo, ni siquiera la estoy escribiendo yo. Ni siquiera concebí la idea de un texto que cuente cómo se dio mi cambio, mi aproximación a esta sociedad que se está creando y que hará notar a muchos, como lo noté yo en su momento, que la gente es buena, la gente quiere ayudar, la gente es más agradable de lo que parece. Es solo cuestión de cómo se trabaja con la gente el hacer que sea como verdaderamente es: buena.
Como yo no sé leer ni escribir, o tal vez sé pero ya no me acuerdo, el que escribe este texto es la misma persona que me dio la idea y la posibilidad de ser yo también una persona. Yo estoy contando esto ahora para que ustedes comprendan y colaboren. Necesitamos que la gente colabore.
Entonces, para mayor claridad de ustedes, pondremos dos nombres a los integrantes de esta historia. Serán Uno, yo, y Dos, el que escribe este texto. Yo conocí a Dos una tarde calurosa de febrero, yo estaba recostado contra la entrada del subte, en Callao y Corrientes, yo estaba entre la multitud de gente y Dos se paró frente a mí y me dijo:
-¿Por qué estás tirado ahí?
Yo le dije lo que le decía a todo el mundo, de manera automática, le pedí que se alejara unos pasos si no iba a tirarme una moneda, para que otro que sí quisiera hacerlo no encuentrara obstáculo. Entonces Dos me dijo:
-Sos un ciruja espantoso, así quien te ve se asusta, das asco, no das lástima, no servís.
Yo ahora soy un hombre corregido. Tengo, creo, 36 años y estoy corregido y quiero operar mi corrección sobre muchos de mis compatriotas. Pero cuando Dos me habló yo era tal cual él me describió. Yo olía mal, yo tenía la nariz amarilla, yo no podía hablar con mucha claridad porque me la pasaba mucho rato repitiendo la misma frase:
-Ey, te sobra una moneda.
Y, en muy pocas ocasiones, me la daban.
Dos no me dio una moneda sino que me dijo que volvería al otro día con una mejora para mí. Yo no me acuerdo que dijo eso, yo no me acuerdo ni de cuando lo conocí, pero él sí, así que me lo cuenta y gracias a eso puedo relatarlo. No estoy haciendo más que relatar la historia de otro, que entonces era yo, a través de la voz de este que soy yo ahora, y a través de las manos de Dos que la escribe. Yo ahora soy Tres.


2
Tres está parado en una parada de colectivo, limpio, de sport, el cuerpo subordinado por una muleta, abatido por el cansancio de caminar en muletas. Cuando Tres se revisa los bolsillos, descubre que le faltan monedas. Entonces se acerca a la persona que tiene más cerca, extiende un billete de 10 pesos y le dice:
-Disculpe que la moleste, señora, pero olvidé el carné de minusválido y me faltan moneditas para pagarme el pasaje. ¿Sería tan amable de facilitarme unas monedas de cambio?
Todo el párrafo lo dice Tres en voz alta, para que lo escuche toda la fila. Varias cabezas voltean a mirarlo. En caso de que la persona a la que se lo pide no tenga monedas, siempre otra se le pone al paso y le tiende unos centavos. Tres agradece el gesto rápido y se embolsa la moneda. Inmediatamente Tres se aleja de la fila, sin preocuparse de dar alguna explicación. En pocas horas, Tres forma unas cuarenta filas en paradas de colectivos.
El billete de diez pesos es falso, la muleta es falsa, la limpieza es también falsa, porque bajo el pantalón y la chaqueta, Tres no tiene calzoncillos y la camiseta está agujereada y sucia. En poco tiempo de colecta, Tres había conseguido ahorrarse unos 600 pesos en monedas. No las gastó porque, desde el primer día, no supo qué hacer con el dinero. Buscó por muchos días a Dos, que le había regalado la ropa y el billete falso y le había preparado el truco. Quería pagarle. Pero Dos no se presentó sino recién al tercer mes, una madrugada en que Tres se disponía a dormir en su colchón de cartón bajo un banco en la plaza Congreso, utilizando las ropas limpias como almohada y abrazando la muleta. Dos se acercó a la cama de Tres bajo el banco y le dijo:
-¡Ey, ciruja! Despertate que te vengo a ver.
Tres se despertó, muy contento ante la aparición de su ángel. Antes de decirle una palabra, le indicó uno de los árboles de la plaza, con una señal para que lo acompañase hasta allí. Dos y Tres caminaron tranquilos hasta el árbol. Entonces Tres escaló el árbol, se metió entre las hojas de la copa, y apareció después con una bolsa grande de plástico. Una vez sentado con Dos en un banco, abrió la bolsa y adentro había un cofre de madera. El cofre, una vez abierto, se mostró lleno de monedas brillantes. Mientras le entregaba el cofre, Tres le dijo a Dos:
-Ya no entraban más así que estos días no salí a juntar monedas.
-Oh, muy bien, ciruja, hiciste muy bien. Ahora me llevo estas monedas y vos tenés el cofre vacío otra vez para que no tengas problemas. Mirá, ciruja, te quería hablar de algo más. Estoy armando una organización, vos tenés que saber que no sos el primer ciruja con el que trabajo. Mirá, hasta ahora hay once. Están distribuidos en todas partes. Es una organización anónima, una empresa de cirujas recolectores de monedas. Mirá, la empresa ya arrancó, vos sos el segundo cobro de hoy, el otro me dio setecientos pesos. Mucha plata, ciruja. Pero ahora vengo a pedirte un favor, necesito que hagas por mí algo. La empresa está en proceso de expansión: se llama “Repartamos la gracia de comer”. Estoy creando enlaces para exportar la idea, ¿me entendés? Los contactos que tengo son gente de altas esferas. Es una organización clandestina. Ya hay filiales formándose en Córdoba, San Pablo, en Medellín, Santiago y Asunción. Quiero poner tu testimonio para que los contactos sepan que funciona. Así los contactos van a organizar mejor a sus cirujas, ¿entendés? En todas partes hay cirujas, casi todos espantosos, pero con una buena organización se puede hacer muchísimo y necesito que vos me des una mano. ¿Estamos de acuerdo?


3
Lo más importante que quiero decir es que yo soy ahora una persona. Y puedo hablar con claridad, incluso escribir con claridad, porque tengo quien lo haga por mí. Yo ahora sé lo que es la dignidad humana, yo ahora sé que la gente es buena, yo ahora sé que necesitaba ayuda y la obtuve. Si ustedes trabajan en conjunto, muchos que eran como yo era, podrán ser como ahora soy, es decir, tener una vida mejor. Es por eso que es importante que organicen a gente que es como era yo, en las ciudades donde estén, para que así poco a poco puedan ser como yo soy ahora. Es todo lo que quiero decirles."

Autor: e.r.
Fuente: http://barcoborracho1871.blogspot.com/

1 comentario:

e. r. dijo...

Hola!
Gracias!!!
Recién ahora lo vi...
saludos